Hoy sigue la partida, ya no sangra la herida

admin | Jan. 16, 2024, 6:51 a.m.

En la tranquila ciudad de Valoria, la vida de Lucas había sido una constante batalla contra su pasado. Un accidente de coche, que dejó cicatrices visibles y otras no tan evidentes, había marcado su existencia. Lucas había pasado años encerrado en sí mismo, luchando contra los fantasmas de aquel día fatídico. Pero un día, mientras caminaba por las calles empedradas de Valoria, algo cambió. Al pasar frente a un antiguo tablero de ajedrez en la plaza del pueblo, un anciano, con una sonrisa astuta, lo desafió a una partida. Lucas, que había sido un apasionado jugador de ajedrez en su juventud, aceptó el reto, pensando poco en las consecuencias. La partida no fue como cualquier otra. Con cada movimiento, Lucas sentía como si estuviera moviendo más que simples piezas de ajedrez. Estaba enfrentando sus miedos, sus dudas y su dolor. El anciano, que parecía leer en el alma de Lucas, jugaba con una sabiduría que iba más allá del juego. A medida que la partida avanzaba, Lucas comenzó a comprender que la vida, al igual que el ajedrez, está llena de movimientos inesperados y que la resiliencia es clave. En un movimiento audaz, sacrificó su reina, una jugada que parecía la antesala de su derrota. Pero fue entonces cuando el anciano sonrió y dijo: "Sigue la partida, ya no sangra la herida". Esas palabras resonaron en Lucas. Se dio cuenta de que la herida de su pasado ya no definía su presente. La cicatriz seguía ahí, pero ya no dolía. Había aprendido a vivir con ella, a aceptarla como parte de su historia. Con una nueva perspectiva, Lucas terminó la partida, ganando no solo el juego, sino también una batalla interna mucho más importante. Desde ese día, comenzó a ver la vida de manera diferente. Se involucró más en su comunidad, retomó viejas amistades y, lo más importante, se permitió ser feliz a pesar de las cicatrices del pasado. El anciano desapareció tan misteriosamente como había aparecido, dejando atrás un tablero de ajedrez y un Lucas renovado, listo para continuar su partida en la vida, donde ya no sangraba la herida.